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Donald Trump reunido con Ashraf Ghani, presidente de Afganistán, en noviembre de 2019. Fuente: EFE - Olivier Douliery
Durante la última parte del mandato de Donald J. Trump como presidente de Estados Unidos, vimos que este se mostró al mundo como un líder político que aboga por la paz mundial. Postura que inclusive le valió para que un diputado noruego lo postulara como posible premio Nobel de paz.
Muestra de ello son el acuerdo de paz que su gobierno firmó con los Talibán en Afganistán, su controversial propuesta de paz para el conflicto palestino-israelí, o su mediación para lograr que países como Emiratos Árabes Unidos, Bahréin, Serbia y Kosovo, dieran apertura a relaciones diplomáticas con Israel, su gran aliado.
No obstante, si nos detenemos a analizar algunos de estos acuerdos o mediaciones, se podría ver que hay algunos aspectos técnicos que generan cierta intranquilidad y que hacen dudar si en verdad, estos acuerdos buscan lograr una paz duradera en regiones tan convulsas como Oriente Medio o Asia Central.
Por ejemplo, el acuerdo de paz entre los Talibán y Washington presenta algunos puntos controversiales, los cuales presentaré a continuación, que de cierta manera, reflejan los pobres intentos por parte de Trump para lograr una paz efectiva.
En primer lugar, el acuerdo firmado entre EE.UU y los Talibán no tuvo en cuenta al gobierno afgano, quien claramente debe ser un actor importante a la hora de pensar en lograr una paz estable y permanente en el país. Además, es aún más grave, si se tiene en cuenta que en el acuerdo se contempla un intercambio de presos entre los Talibán y Kabul, que aunque se ha venido cumpliendo poco a poco, no ha dejado de estar rodeado de cierta reticencia por parte del gobierno afgano.
Asimismo, una de las condiciones que pone el gobierno estadounidense para empezar con el retiro gradual de sus tropas es que los Talibán se comprometan a no permitir ninguna injerencia por parte de algún grupo terrorista en su territorio. Pero este requisito es de entrada inviable, pues hay una parte de la frontera entre Afganistán y Pakistán que está bajo control del Estado Islámico, grupo yihadista que no reconoce la legitimidad talibán, por lo que no se sentirían atados a ese tratado.
De igual manera, es posible que otros grupos terroristas (como células de Al-Qaeda) vean en el territorio afgano un terreno fértil con la retirada de EEUU para realizar sus operaciones, y esto conlleve al recrudecimiento de la violencia.
Por último, el siguiente paso de este acuerdo sería un diálogo “intra-afgano”, que inició en el mes de septiembre de 2020, y en donde se buscará que los Talibán y el gobierno afgano solucionen sus diferencias, siendo esto “la estocada final” para lograr la paz en este país. Sin embargo, llegar a un acuerdo parece difícil si tenemos en cuenta la división en el ejecutivo entre el presidente, Ashraf Ghani, y el vicepresidente, Abdullah Abdullah. Así como el papel de los caudillos, quienes se han enfrentado tanto al gobierno como a los Talibán.
Finalmente, este acuerdo es apenas la punta del iceberg si en verdad se quiere lograr una paz en Afganistán. Además, este “logro” de Trump no le alcanzó para ser reelegido, y ahora el futuro del país quedó en manos de Joe Biden, una persona que en su historial político no se ha caracterizado por tomar o apoyar decisiones correctas para esta región.
José David Franco Sánchez
Estudiante de Relaciones Internacionales
Columnista invitado
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